sábado, 16 de junio de 2012

Hacerse cargo

Es un Sábado muy frío en La Pampa. Mañana de mate que pinto de celeste oriental. Suena La Vela Puerca, “Los hijos de los días” de Galeano sobre la mesa. Lo dejé ahí un rato, para ver a Instituto  visitando a Dep. Merlo, con la tele en silencio, para no embarrarlo con los relatos y no entorpecer la música.
El partido transcurre con mas pena que gloria. De pronto en el área de Merlo se pita. Penal!!!.
El pibe Dybala pide la redonda, viene de 9 fechas sin meterla, tiene apenas 18 años, y
la oportunidad de pasar a la historia o perecer en un mundo exitista en el que el futbol no es un abstracción.
Tal vez fuera mejor mirar para otro lado, si total hay 10 mas para patear un penal tan trascendente para la historia de La Gloria cordobesa. Pero no, el pibe la pide, el 9 en la espalda, la agarra, le da un beso, la acomoda, toma carrera, se acerca, y su zurdazo se va a las nubes
Una gran pena, sobre todo para los que intentamos gozar de aquello de lo que jamás hemos logrado ser la ocasión, el buen futbol.

Recuerdo entonces a nuestros grandes shoteadores de penales, esos que ni la pedían, esos que una vez oído el pitazo que marcaba la pena máxima, como por parte de magia, hacían que la pelota se posara bajo su brazo, bien dispuesta a ser objeto de tamaña ejecución.
Y me vienen a la memoria entre tantos, el Neneta Dieger en Unión, y en Gimnasia, el Poroto Berrojalbiz en Pampero, Claudio Kobak en Sportivo, Pascualito en Independiente, el Tuso Verna en Huracán y Nelson Rodriguez en Gimnasia, quien, según cuentan, jamás marró un penal en su larga carrera por el futbol culturalista.
Algunos otros los pedían, o estaba el típico reclamo potreril, “a mi me lo hicieron, yo lo pateo”.
Pero estaban además quienes, aun sin pedirlo, debían hacerse cargo de la situación.

Una tarde, parecida a la de hoy, en la cancha de Natura FC, se dio una situación por lo menos singular.
En la mañana de esa fría jornada, dos jugadores de Unión de Campos, habían arribado, “a dedo”, a su localidad minutos antes de la partida del micro que trasladaría al plantel hacia la localidad de Jacinto Arauz, luego de una agitadísima noche en la barra de una confitería guatrachense.
Apenas si tuvieron tiempo de buscar las pilchas en sus casas y subir al micro, tratando de mutar sus caras de resaca trasnochada en la de players recién levantados.

El partido era intenso y el marcador seguía cerrado cuando el arbitro pita penal para Unión y uno de aquellos jugadores, que no había oído el silbato, levanta su mano en airada protesta, gesto que fue interpretado por el DT, el recordado “Pucho” Valle, como un pedido desesperado para ser el shoteador.
Patealo! Le grito desde el banco, dándole toda la confianza a aquel delantero centro que apenas podía mantenerse en pié  y cuya mirada clamaba mas por una cama que por patear un penal.
Yo???’ preguntó sorprendido, casi inaudible. Pero sin amilanarse, la banda azul cruzada en el pecho, el 9 en la espalda, la agarra, le da un beso, la acomoda, toma carrera, se acerca, y su derechazo, tibio, apenas perceptible,  se va a los pinos que, atónitos, fueron testigos desde atrás del alambrado.

Por Perico Perez Araujo

1 comentario:

  1. ehh!!hubieras contado la que hice el gol de rebote en el mismo estado, pero entiendo que es para no hacer apologia, ja. Un Abrazo.

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