sábado, 1 de septiembre de 2012

El hornero árbitro infalible

El hornero contaba con una reputación inmejorable en el ambiente del referato de la liga de los montes.
Siempre elegido para arbitrar los partidos más chivos, era admirado por todos debido a la justeza y precisión de sus fallos, dueño de una honestidad intachable.
Pero para aquella final su cabeza no estaba enfocada como siempre lo estaba en el partido a arbitrar. Su amor por una calandria cantora lo tenía en el aire.

Antes de comenzar el partido recibió como era ya costumbre una ovación desde las dos hinchadas, ambas estaban seguras de lo infalible que era el hornero en sus cobros, de esta manera estaba garantizado que simplemente ganaría el mejor, o el que mayor fortuna tenga ese día, pero jamás ganaría equipo alguno por un error de este genial arbitro.
El hornero árbitro infalible ese día estaba desconcentrado, aunque debido a su capacidad y a su marcada honestidad estaba dirigiendo bien el partido, que parecía ir rumbo a un empate sin goles y definición por penales.
El dientudo vizcachon, director técnico de la selección de los montes laguneros, siempre presto a los mínimos detalles, se dio cuenta que el hornero no tenia su mente en el juego en un ciento por ciento.
Lo observaba atento a los sonidos, como quien espera oír una bella canción, y de tanto en tanto desviaba su mirada de la cancha para posarla en los caldenes que rodeaban la misma.
Atento a este detalle, el vizcachon llamo al avestruz, que se encontraba en el banco de suplentes y le dijo: _ vas a entrar a jugar por la punta izquierda, cuando llegues al área enreda tus patas con el cogote y caerás inevitablemente, de esa forma ganaremos el partido por un penal inventado.
El avestruz abrió los ojos más grande de lo habitual, sabiendo que era imposible engañar al hornero inventando un faul inexistente, pero el vizcachon clavo su mirada en el horizonte y no dio lugar a replica alguna.

Una vez dentro de la cancha, el avestruz toma una pelota y aprovechando su descomunal velocidad pico hacia el área, y una vez dentro de ella enredo sus patas con su cogote y cayo espectacularmente.
El hornero miraba con medio ojo la jugada y con uno y medio observaba los caldenes en busca de la enamorada, al ver la caída sanciono penal, ante la protesta airada de todo el equipo del monte del otro lado de la laguna.
El hornero por primera vez fue duramente criticado, y el flamenco loco grito desde la tribuna visitante que el error se debía al amorío que el hornero estaba teniendo con la calandria cantora, ya que los había descubierto muy tortolitos en la isla fachinosa donde desemboca el arroyito.

Durante toda la semana hubo innumerables reuniones entre los integrantes de ambos equipos, y llegaron a la conclusión de que la calandria cantora era capaz de hacer perder la cabeza a cualquiera, así que el hornero debería buscarse un nuevo amor, ya que ese no era el adecuado para él.

Una tardecita el vizcachon dientudo se cruzo con la feliz pareja, y aunque veía en el hornero cierta tristeza, era imposible no notar lo feliz que lo hacia la compañía de la calandria cantora.
El viscachon llamo a reunión de urgencia, explico que en realidad el culpable de aquel alboroto había sido él, por lo tanto veía como lo más justo que el equipo rival se quede con el trofeo de ese año, y alentó al hornero a continuar su noviazgo con la calandria cantora, dado lo feliz que se los veía, y dijo que con un poco de colaboración el hornero podría volver a arbitrar, y si estaba un poco distraído, era más sano estarlo que dejar escapar al amor de su vida.

De esta manera todos aprendieron que una falla cualquiera la puede tener, y que no es justo querer opinar o interferir en la vida de los demás, la libertad individual es un derecho de todos…
El monte lagunero se lleno de lo más bello, la música no dejaba de sonar…


Por Hernán Nikolaus

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