Recuerdo una historia contada por el mismo Atahualpa, con esa paz que solo la sabiduría de los caminos pueden dar, en donde luego de cenar en un campo, allá por el Cerro Colorado, antes de que se vuelva el lugar donde levanto su casa, fue acompañado por un peón del lugar, que lo iba a guiar hasta un camino cercano. El caballo del peón tranqueaba varios metros adelante, y este cantaba, según Atahualpa, una bella canción… Yupanqui taloneo el caballo y lo alcanzo, para oírlo mejor, el peón dejo de cantar…
Canta usted muy bien, dijo Atahualpa, siga, a lo que el peón contesto, no, yo no sé cantar, acá puedo cantar porque está el cerro…
La naturaleza inspira, no hay novedad alguna en esto, y hemos sido varios los que al notarnos en desequilibrio con nosotros mismos y con los demás, con el cosmos todo, nos hacemos un viaje para intentar curar el alma…
Son varios los sabios filósofos orientales que sobre esto versan, aconsejando ir por lo menos una vez al año a algún lugar al que nunca hemos ido, toparse con la magia de los caminos nuevos parece ser una forma de renovar lo cansado y viejo de nuestro espíritu…
Kandinsky hablo de los sonidos de los colores, y de lo que ellos transmiten… “el color ejerce una influencia directa sobre el alma”, dice el gran pintor…
Una nueva fecha de las eliminatorias esta por arrancar… la selección argentina obtuvo su último mundial, con un Maradona determinante como quizá nadie lo ha sido ni lo será, además de contar con un equipo que funciono muy bien, con jugadores con mucho temple y personalidad, sumada también a la inspiración de varios de ellos…
Para aclimatarse a la altura se fueron por un largo periodo a entrenar a Tilcara, y de allí a México…
Así como aquel paisano que acompañaba a Atahualpa cuando cruzo por el cerro colorado canto bellamente y era además consciente de que era el cerro el que lo hacía cantar bien, cabe preguntarse en cuanto habrá influido la belleza de las montañas de colores y los ríos de chocolate de Tilcara…
El amarillo combinado con el azul lleva a lo enfermizo, a la locura furiosa, a la rabia ciega, habrá sido un fragmento del cielo mezclado con el sol lo que hacía que Rodwein, aquel numero 5 de la colonia campeona del 83, tome la lanza y trabe con fuerza con sus dos piernas cada vez que en su gambeta la pelota se iba larga, o lo que hacia que Fredy Corchete arrastre su humanidad para evitar el desborde de un wing, o que el Pelusa Palacios choque contra el mas fornido centro delantero dándolo por tierra o un salto ganador en la altura del Toti Bisterfield?
Qué extraña visión, cual fue el color que le daba vida a los terribles zapatazos en velocidad del gran Guerrita, que color habrá sido el atardecer que se fijo en El Tuso Verna para definir con una bicicleta, o un enganche de aquel wing de Independiente apodado Pascualito, o ese dribling en velocidad de Humberto Garcia, o las gambetas de Falcon, o la claridad de Niki Dominguez, o los desbordes de Neneta…
También vi a un equipo que parecía inspirado en los colores más sabios de los atardeceres, o habran sido las aves? Aquel Natura que jugaba casi sin reventarla nunca, dando destino seguro, con la paciencia que da el celeste cielo, la frescura de los verdes caminos o el atrevimiento que que dan los pajaros al volar zigzagueantes…
¿qué será de esa cancha, en la que tan bien se jugó al futbol?
“las aves pasan de largo, hacia los montes se van, solo queda un gran silencio, tendido en el salitral…” Atahualpa canta con el viento mientras una vieja cancha se ha quedado sin gritos, al sur, allá por Jacinto Arauz…
por Hernán Nikolaus
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