Volver a recorrer la ruta del futbol de la liga del sur muestra que algunas cosas han cambiado, en comparanza con años atrás.
Recuerdo en otras épocas, cuando ante la ausencia de las FM se cruzaban los autos de las distintas hinchadas y desde su interior se hacían las señas correspondientes de una victoria, una derrota o algún empate… eran datos un tanto dudosos, ya que no faltaba ante una derrota las señas de una victoria, un poco para joder a los del otro equipo, otro poco quizás para sentir aunque sea a través de la falacia y por un instante la victoria que se fue a buscar y fue negada, muchas veces por la triste participación de un arbitro localista, (algo que parece no cambiar…)
Las pampas no son llanas acá por el sur…
Las pampas desde la loma muestran campos distonales, secos mandalas, como un remendado mantel sin migas con alguna añeja mancha de tinto, la sangre de una pena que vuela corta haciendo ruido a perdiz perdida.
El seco paisaje desde la ruta muestra las cosas padecidas en estas pampas de futbol sufrido…
La soledad del arquero…
La angustia de un marcador al que el pelotazo lo sobra…
La impotencia del marcador central ante una pifia…
Lo inútil de un mediocampo que perdió la pelota…
El fastidio de un wing que no recibe pases…
La espalda cansada del enganche que anda peleado con la pelota…
La sensación de ignorancia de un delantero en off side, de un mano a mano errado…
Todo eso parece sentirse en este invierno crudo, como si todo eso fuera en realidad el partido de la vida en estos pagos…
En esta oportunidad el viaje es a mí entender mucho más valioso que los tantos que he hecho para ver una primera división…
Con el Moni, mientras la ruta nos mostraba unas pampas secas y descoloridas como suele ocurrir en el duro invierno, recordábamos cuando no era su hijo ni mi primo los que jugaban, sino nosotros mismos, sobre todo aquellas finales para nosotros memorables, con San Martin, que se sucedían con los años mientras nuestros entonces pibes documentos nos permitían jugar en el futbol infantil, y lo bueno de encontrarse en el recuerdo con jugadores como el Pope, el Cali, el Piojo, Pacioni, Jose, el torito, el Lalo, y todos aquellos pibes que jugaban a muerte contra nosotros…
El futbol infantil es de mayor valía que la primera división, sobre todo en la parte social que nuestros clubes deben cumplir…
De más esta aclarar que no va esto en desmedro de tantos jugadores de otras tierras que han venido a enriquecer tanto futbolísticamente como humanamente a estos pagos, con muchos de los cuales he hasta entablado una buena amistad…
Las divisiones inferiores sirven como educación y disfrute de nuestros hijos, primos, amiguitos, eso a mi entender las enaltece por encima de una primera división…
Una vez comenzado el partido, cuando el futbol tomo altura brillo como un sol, despejando todo intento de llovizna maliciosa, esa lluvia que contradice la frase poética del indio cuando dice “fue por una lluvia que realmente moje…”
Esa lluvia que no moja pero embarra…
Ojala algún día podamos entender que lo se realiza en las divisiones inferiores trasciende el ganar un campeonato, lo que allí se realiza tiene la profundidad del sonido del barretazo de nuestros antepasados al romper la tierra de estas frías pampas…
Ojala algún día nuestras pampas dejen de ser espectadoras de injusticias provocadas desde un triste escritorio y dejemos de pregonar como ejemplo a nuestros pibes el ganar como sea y desde fuera de estas canchas en las que aun resuena el barretazo como un corazón en la tierra en la que con manos agrietadas, hace muchos años atrás, se clavo un arco que significa mucho mas que un lugar donde introducir la pelota…
por Hernán Nikolaus
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