El insomnio me invade, como casi todas estas noches. Trato de que mi cerebro le de ordenes a las teclas, que parecen duras, quejosas, como resistentes a recibir mis palabras y volcarlas al papel. Trato, pero no puedo. La inspiración se me escurre tan rápido como el whisky se ha esfumado entre las rocas del hielo. Sirvo otro y pienso, siento, que si no va a ayudarme a escribir, tal vez me haga conciliar el sueño.
Estoy en el dilema de escribir un relato breve, solo con la intención de entretener al ocasional lector con alguna historia hecha crónica, o dejarme llevar por la imaginación, y volcarme a la ficción, aunque mas no sea en la forma de esta prosa desnuda.
Fantasía o realidad es la cuestión a dilucidar. Pienso que mis notas anteriores han divagado entre ambos extremos, como ululando en el viento, en un ir y venir entre mis propias contradicciones.
Tal vez sea una buena semana para la ficción. Podría pensar en un tipo que pretende ser un tanto multifacético, que conjuga diariamente sus varias actividades laborales y ociosas pretendiendo ser uno mismo en todas ellas. Podríamos creer, además, que se le da por escribir.
Podríamos suponer que esta semana el tipo tiene que hacer su entrega quincenal, compromiso ineludible, para ser publicada en el blog de un equipo del sur culturalista que, destino taimado, va a definir el presente torneo justamente frente al club de sus amores.
Podría ser una buena historia creo, e incluso debiera ser narrada por alguien mas adiestrado en estas cuestiones. Pienso que podría agregarle que el narrador es amigo, ex rival liguero, ex compañero en intercolegiales y juegos deportivos, de la dupla técnica del equipo para cuyo blog escribe. O que incluso fue compañero de quien dirige a su propio equipo, hace unos lejanos 20 años, en su esporádica carrera, con idéntica camiseta, en la misma cancha, sin verde y sin césped, de flojo alambrado y de líneas sin cal.
Tal vez fuera oportuno agregarle a la historia que ambos equipos no estaban entre los favoritos, que nadie daba dos pesos por que pasaran las semifinales. Tal vez podrían ser de localidades vecinas, casi hermanas, o, ¿por que no?, aborrecer al mismo equipo, con un poco mas o un poco menos de desprecio futbolístico.
Cierro los ojos y tiemblo, de placer, satisfecho. Imagino, o sueño, con un estadio repleto. Rojo pasión de un lado. Blanco, con el azul de índigo quemando el pecho, del otro.
Tal vez fuera productivo, literariamente, inventar que el primer partido fue un cerrado empate, cero a cero, en el cual no hubo mayores ventajas para ninguno de los dos; y que esta que transcurre ha sido una semana en la que a nadie le han quedado las uñas intactas, ni mansos los corazones.
Podría citar las formaciones de ambos equipos, decir que hay suspendidos de ambos bandos, que no juega un legendario zaguero nacido y criado en uno, pero que hoy defiende la camiseta del otro. O que al otro le falta su goleador y figura, también por suspensión. Y describir una tarde soleada, un partido vibrante, un resultado incierto. Luego un final, un ganador, con la alegría de un lado, con la pena que solo da el ser observador de un festejo ajeno, del otro.
Puedo, como el poeta, escribir los versos mas tristes esta noche, o los mas alegres, o dormirme en este mismo instante, vacío de inspiración, pero lleno de esperanza, con el tímido deseo de no despertar hasta el domingo, a eso de las 5 de la tarde, con una sonrisa extasiosa, de triunfo, o de satisfacción por haberlo intentado.
Si, efectivamente, creo que sería una buena historia. Tal vez, otra noche, cuando a algún fantasma se le de por dictármela en un susurro al oído, me decida a escribirla. Fantasía o realidad, ¿a quien le importa?, nadie escribe para ser creído. Como dice el Pato Santos Fontanet, fantasía y realidad, a esta historia, le da igual…..
Hernán Perico Pérez
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